sábado, 27 de noviembre de 2010

Conservá la flauta, que la serenata es larga...

Hubo un tiempo en que realmente estuve preocupado por mi salud.
Cuando cumplí los 55 tuve un brillante pensamiento:
En un lustro me recibo de viejo, si no me "lustro" ahora no voy a ser un viejo "brillante".
Y me mande de cabeza a ver a mi amigo "Rocco", viejo médico, hijo y nieto de médicos, persona de mi confianza.
Ni bien entre y le expliqué que ya era tiempo de ver como marchaba el relojito, me miro de arriba a abajo, arrugó la frente por la levantada de cejas y me dijo:
-Todavía podes pasar por humano...
No obstante, empezó a escribir en su talonario de medico, una receta medica, escrita en idioma y estilo médico, de forma que yo por mas que la miré no entendí un joraca.
Después, en otro papelito y con escritura legible para legos (o sea yo) escribió la lista de lugares y profesionales que debería visitar para hacer un chequeo mediano ya que en mi cuidad chiquita no hay grandes centros de salud ni clínicas especializadas, ni famosos profesionales capaces de cambiarme corazón, pulmones, hígado y ya que estamos algún otro órgano que no esté a la altura de sus especificas funciones...no es cuestión de esperar a que se muera...el órgano, digo...¿se entiende?
Bueno, munido de la respectiva documentación, pase por el hospital donde me sacaron una foto rara, en blanco y negro, de las axilas para lo cual me hicieron quedar en cuero y levantar el brazo mientras me apuntaban con una cámara que perecía esas viejas de cajón, que el fotógrafo se escondía debajo de un trapo por si el objeto salía muy fiero.
No me cobraron la visita pero tuve que dejar una colaboración "voluntaria" para no se que...
Al día siguiente, temprano a la mañana, frasquito en mano me fui a lo del bioquímico pero no estaba porque tuvo que atender una emergencia en el hospital , por lo que me volví al taller y seguí trabajando hasta cerca del mediodía en que calculé que la emergencia habría sido superada y el profesional estaría de vuelta.
Busque el frasquito con la orina y me entro la duda si todavía seria apta. Yo de esto no entiendo mucho, y además lo había dejado cerca de la resina por lo que me imagine que estaría contaminado.
Para colmo me pidieron que llevara la orina en ayunas y como era casi el mediodía andaba con el estomago haciendo ruido de vacío, por lo que decidí almorzar como corresponde y dejar el análisis para mañana.
Por la tarde me fui el cardiólogo, me midió la presión y me escucho con el esteto-no- se- que por todos lados mientras ponía cara de preocupado, por lo que decidí que al salir de allí tendría que averiguar cuanto cuesta un servicio de sepelios.
Pero antes tuve que pagar la visita...
Visitas, vueltas para buscar resultados, pagar por todos lados cifras grandes por cosas chicas...todo esto duró una semana por lo que el trabajo se atrasó bastante y no entraba plata con la velocidad con que salía rumbo al servicio de salud y asociados.
Por fin el viernes, con un montoncito de papeles en el bolsillo volví a lo de mi amigo Rocco mas asustado que gato en bote.
Miro los papeles, leyó uno...otro...volvió al primero...siguió con el último mientras yo pellizcaba el tapizado de la silla con el tujes.
Se dio vuelta y de un estante sacó un libro grande, de tapas rojas color sangre, que estuvo un rato ojeando mientras yo miraba nadar los pececitos del acuario que tiene en el consultorio.
Cuando estaba a punto de gritar un estrangulado y desesperado:
 -¡¡¡ ¿¿¿YYYY???!!! -se saco los lentes que cabalgaban en la punta de la nariz y con una sonrisa me dijo:
-Si largas el pucho tirás hasta los cien...
-¿ y si no lo largo...?
Ahí fue donde decidió cobrarme la visita.
Superada la experiencia me puse a reflexionar  en lo que había hecho.
Veamos:
Gaste un montón de plata, me asusté como un chico, casi muero de angustia para que al final me digan algo que yo ya sabía:
Hasta los cien no paro...
Y de puro porfiado, no pienso largar el pucho.
Como decía mi viejo:
"A disfrutar y no preocuparse, lo que viene después de los sesenta...es yapa."