sábado, 4 de diciembre de 2010

El viejo de la bolsa

Libros, carpetas, apuntes, el plato con los restos de una cena a las apuradas y la mente funcionando a pleno, “chupando” y acumulando información.
Anatomía Patológica no es cosa que se aprenda en un santiamén. Hay que quemarse las pestañas si uno quiere recibirse y acceder a un trabajo profesional que ayude al presupuesto familiar.
En eso estaba mi prima Aracelis.
Bajo el pelo enrulado las neuronas de la petisa funcionaban  a full, cuando la vista cansada de tanto leer se detuvo de pronto en una palabra: cirrosis
La habitación desapareció y el tiempo comenzó a retroceder hasta el año 1960.

Tenía en esa época cinco años y cuando el sol caía a plomo, apenas después de almorzar, la purretada se juntaba en la ochava de la esquina de su casa.
La vereda nueva recién hecha por el papá, que además, para dejar más presentable el trabajo hasta había cortado el pasto, era el lugar indicado para la reunión de pequeños que tenían la tajante orden de no bajar a la calle porque podía pasar un carro y asustarse el caballo, cosa que seguramente terminaría en un grave accidente como el que ocurriera días pasados y que costara la vida de un niño del barrio.
Estaban entretenidos en charlas y juegos, cuando de pronto vieron acercarse al más temido de los personajes asusta-niños de la época, negro, sucio, barbudo, fiero y caminando en dirección al grupo.
La reacción fue unánime, el desparramo de chicos se inició al grito de:
¡EL VIEJO DE LA BOLSA ¡
Aracelis no fue muy lejos, solo tuvo que correr unos pasos y entrar al patio y de ahí a la cocina a refugiarse asustada en los brazos de su mama que no entendía nada y le preguntaba que había visto.
-Al viejo de la bolsa…doblo en la esquina con una bolsa llena de chicos al hombro...y nos quería llevar…
La madre se echo a reír y tomándola del brazo la llevó de vuelta a la calle para ver al personaje.
-Ese es ma., ese es…- gritaba la pequeña Ara, escondiéndose detrás de su mamá y al ver que el temido viejo entraba en un ranchito a una cuadra de allí redoblo sus gritos:
-¡Y encima vive cerca…!
- Pero si es Isidoro pobrecito…-dijo su mamá
-¿se llama Isidoro?- pregunto Ara un poco mas tranquila al saber que su mamá lo conocía.
Entraron y la mamá le explico que aquel hombre no era el viejo de la bolsa, sino un pobre muchacho de apenas 25 años que por esas cosas de la vida se había dedicado a la bebida, que vivía en un estado de borrachera permanente, que estaba sucio y su aspecto era desagradable, pero que era incapaz de hacer daño.
Pasó el verano, comenzaron las clases y las preocupaciones fueron otras. Un par de veces más vieron a Isidoro siempre sucio y con su bolsa al hombro y comentaron la situación en sus reuniones en la esquina.
Y se sentian importantes porque ahora tenian su propio viejo de la bolsa, y hasta eran amigos de él.
Al llegar el verano siguiente, las reuniones en la esquina debían hacerse con más cuidado ya que habían hecho el pavimento y los bólidos de acero que pasaban ahora, eran mucho más peligrosos que un caballo desbocado.
Y un día apareció, era él aunque costaba reconocerlo. Sin dudas era Isidoro, pero ahora con el cabello cortado, afeitado y limpio.
¿Qué le pasaba a Isidoro? Tenia los ojos rojos, como inyectados en sangre…
Siguieron con sus juegos hasta que días después llegó la noticia: Isidoro había muerto y todos los chicos del barrio estaban de duelo, todos lloraban porque se había muerto SU viejo de la bolsa.
Alguien comentó:
-Y…era lógico, tenia el hígado quemado.
Aracelis preguntó a su mamá si Isidoro se había incendiado.
- No, es una enfermedad que tienen los que toman muchas bebidas alcohólicas fuertes: cirrosis

La habitación volvió a aparecer pero Aracelis siguió recordando el tiempo en que conoció al viejo de la bolsa. Los veranos no fueron iguales después de la muerte de Isidoro, faltaba el personaje más importante del barrio. No cualquier barrio tenía su propio viejo de la bolsa, ese terrible personaje de nuestra infancia, que los chicos de hoy desconocen.
Pequeñas e importantes anecdotas como esta, nos marcan a fuego.
Personajes, sucesos e histórias que hacen agradable el viaje de regreso a los felices e inocentes tiempos de nuestra niñez.

1 comentario:

anama dijo...

Cuántos recuerdos Hector!!! Gracias por llevarnos de vuelta a esas épocas, a esa inocencia tan encantadora.
Da un ... (chá digo! no sé qué es lo que dá).... de cosas mejor vividas.