jueves, 4 de febrero de 2016

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¿Y con el campo que hacemos?

Desde los tiempos en que el General Perón diera directivas concretas para hacer un "auto Argentino" que terminó concretándose con el "Justicialista", un engendro de dudosa calidad aun para su época, el peronismo siempre ha dado preponderancia a la industria por sobre el campo. Los costos para el Estado en forma de subsidios y prebendas hacia la industria fueron y siguen siendo enormes e injustificados.
Estos privilegios se otorgan en el convencimiento que la industria es una usina de mano de obra de la que se nutren los sindicatos, base electoral del peronismo.
Quizás haya sido así en tiempos del General, pero las cosas han cambiado. Hoy el campo da trabajo a 2.700.000 trabajadores y está en condiciones de generar 500.000 puestos más en cuatro años. Solo hay que crear las condiciones necesarias para que el campo trabaje con las manos libres...pero eso es algo que el peronismo no sabe y no quiere hacer. El campo es su enemigo.
Por más que nuestras pampas estén pobladas por Argentinos de esos que consideran una deshonra vivir sin trabajar, los gobiernos peronistas siempre los han considerado parias o ciudadanos de segunda.
Por más que el campo ha sido y sigue siendo el sector de la producción que mas divisas aporta por exportaciones, todas las políticas están destinadas a perjudicarlo, haciendo que pierda mercados en todo el mundo.
Por más que se esfuercen las economías regionales en aportar alimentos de calidad y emplear tecnologías consideradas las mejores del mundo en el rubro, la mano tributaria del Estado peronista siempre esta esquilmando al productor en beneficio de los que menos o nada producen.
Así son las políticas populistas.
Dice Cristian Mira en un artículo de La Nación:
“El asesor económico más escuchado por la presidenta Cristina Kirchner, que además podría tener un papel preponderante en un eventual gobierno de Daniel Scioli, no tiene en cuenta que la soja es mucho más que un simple poroto. La Argentina es el país donde mayor grado de industrialización tiene la oleaginosa con la elaboración de harinas proteicas, aceite y biodiesel respecto de los principales productores, Estados Unidos y Brasil. La cadena de la soja se asienta sobre innovaciones en maquinaria agrícola, semillas y protección de cultivos y se articula con sistemas de logística (silos bolsa), comercialización (mercados de futuros) y servicios de todo tipo. Lejos de ser un sector primario meramente extractivo, el complejo oleaginoso argentino está en la frontera del cambio tecnológico global del siglo XXI con la incorporación de enormes volúmenes de paquetes de información (big data), agricultura de precisión, uso de drones, y la adopción, cada vez con más énfasis, de las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA).”
Se terminaron los tiempos del gas oíl subsidiado y su aumento desproporcionado ha disparado los costos de producción hasta hacerlos deficitarios. Las economías regionales están en una virtual agonía y quizás los tambos sean los más perjudicados. Por algo solo en el departamento Castellanos (Rafaela) se han cerrado más de 400 y la producción lechera del país es la misma de hace 16 años. En 1999, la Argentina produjo 10.328 millones de litros. Según cálculos preliminares este año podrían ser 10.318 millones. Como siga aumentando la población, los lácteos serán un bien escaso... ¡Bien escaso!
Es hora que haya un cambio. Es hora que deje de considerarse el precio de la tierra como un tesoro, cuando sus propietarios la usan en beneficio de todo el país y no piensan cambiarla por lingotes de oro de esos que se amontonan en bóvedas.
Es hora que quienes elegimos gobiernos pidamos precisiones a los candidatos sobre lo que piensan hacer con el agro, la industria más poderosa del país, la que aporta fondos para pagar subsidios a la pobreza y la que mantiene a flote la economía a pesar de los ministros.
La década perdida ha destruido buena parte de la producción de leche, ganado vacuno, trigo, uva, olivo, citrus, etc. pero no ha destruido todo.
Estamos a tiempo de reaccionar.
¿Seremos capaces de pensar como una nación o lo haremos con el egoísmo del “a mí me va bien así”?
Héctor Fedele

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