sábado, 30 de mayo de 2015


1 de Abril 2015

Una poderosa bomba de tiempo



El paro fue como en los mejores buenos tiempos. Un paro como los que Ubaldini le hacía a Alfonsín, con todos los ingredientes necesarios para que los carneros no tengan otra opción que quedarse en casa haciendo vida de familia. Ni un gato por las calles porteñas, apenas algún negocio de comidas que abrió un rato como para ganar unas chirolas y pagar la luz.
Y pone los pelos de punta si uno piensa que esto se lo hacen a un gobierno del mismo palo, incluso a un gobierno que venia casi invicto en cuestión de paros generales.
Néstor Kirchner no tuvo ninguno, mientras que Cristina, en los seis años y medio que lleva gobernando, recién se enfrenta a su segunda huelga general.
Pero no siempre fue tan considerado el gremialismo. En los primeros años de la recuperada democracia, el “mantequita y llorón”, como lo llamaba Alfonsín a Ubaldini, le hizo 13 (trece) paros generales a un gobierno que a duras penas soportaba los embates de mil problemas que heredara de la dictadura: deuda externa, derechos humanos, militares todavía fuertes e instituciones arrasadas, entre otras “pequeñeces”.
Pero además, hubo ocho paros durante la gestión de 10 años de Carlos Menem, nueve en el período de dos años De la Rúa y uno en el año y medio de Eduardo Duhalde.
Quilomberos los muchachos y no siempre para proteger los intereses de sus afiliados. Muchas veces, la mayoría de las veces, por pujas de poder dentro de las propias organizaciones, lo que ha llevado a varias rupturas que transformaron el Movimiento Obrero Organizado en un movimiento “desorganizado”. El gobierno de Cristina sobre todo, logró un éxito absoluto en esta materia, cooptando parte del sindicalismo y usándolo como ariete para anular a los díscolos, llegando incluso a hacerle fracasar una huelga al todopoderoso Moyano, que esta vez esperó hasta último momento para sumarse. El que se quema con leche ve una vaca y llora y el pobre Moyano apenas termina de curarse las llagas del paro anterior.
Son todos buenos muchachos y como es costumbre y liturgia en el peronismo, los malos humores internos se dirimen con un par de puteadas, pero a la hora de enfrentar a “los de afuera” salen garrotes y cañones a la palestra.
Quiero equivocarme. Espero estar meando fuera del tarro, pero corren rumores de “unificación” en el sindicalismo, lo que me hace sospechar que están preparándose para darle una “bienvenida” adecuada al próximo gobierno y más si se confirman las sospechas de que el próximo turno en el sillón de la rosada no va a estar respaldado por el sello Justicialista.
No le va a quedar otra solución, a ese nuevo gobierno, que anular tanto feriado...porque paros y huelgas va a haber como para vacaciones continuadas.

Héctor Fedele

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